Recordaba hace unos días el año 1998 en que cumplí 15 años, por unas fotos que encontré del viaje a Orlando, Florida que me regaló mi tía. Y no pude evitar pensar en que se perdieron las fotos de la celebración de mis XV que mi mamá me organizó (con vestido y todo el drill), de la cual solamente tengo algunas fotos por allí que se lograron recuperar.
Pensaba en ese año de tantas ilusiones porque cumplir quince años en el imaginario latino para una niña es como “ese primer día en que puedo usar un vestido largo y hermoso antes del de la boda”… Claro, en aquel entonces todavía pensaba que iba a tener vestido de novia tradicional.
Ahora que estoy a nada de cumplir 40 años, recordar esos momentos me provoca una sonrisa de nostalgia. Recordar la felicidad de mi mamá al armar el jolgorio del vestido, el pastel y la celebración (creo que así le habría gustado seguramente hacer con mi boda a la pobre); o la alegría de mi tía con su regalo para conocer a Mickey Mouse (viaje que compartí con ella, mi hermana y mi mamá).
En fin, pasa el tiempo y todo lo que quedan son los recuerdos – porque algunas veces se arruinan las fotos, así que no queda más que usar la memoria -.
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